Al ver tu biografía, nos damos cuenta de que estamos ante una mujer polifacética, que siempre ha estado muy ligada a la cultura, las palabras y los oficios. Tras estudiar y trabajar en el mundo de la moda, ¿qué te llevo a lanzarte por la escritura?
En realidad, la moda también es contar historias. Como la escritura. A través de las prendas proyectamos la historia de quién somos, o quien queremos ser, proyectamos un estado de ánimo, unos valores, un mundo. En la escritura, aunque escribas ficción, también reflejas tu historia, tu estado de ánimo y tu mundo. Así que siento que todo va muy ligado.
Aun así, lo que me llevó a entender que para mí la convivencia de la moda con las letras tenía sentido, es sencillo: tuve una marca de bolsos y complementos, y después de cinco años desarrollando el proyecto, me di cuenta de que lo que más me gustaba era contar el proceso, contar la historia que había detrás de cada pieza, ya fuese a través de la palabra escrita o de la imagen. Así que decidí apuntarme a la escuela de escritura del Ateneu barcelonés. Allí se me abrió un mundo.
Ahora que en mi vida hay clases de costura y escritura, me fascina ver como se complementan las historias con la costura; porque al fin y al cabo, hilar un relato se parece mucho a coser, a construir una pieza… Y porque los ratos de costura entre mujeres son grandes fuentes de historias, donde se pone en común, de manera espontánea, pensamientos y vida.