Era una mujer apasionada por explorar los rincones más remotos de la Tierra, y su nuevo desafío la llevó al Ártico. Tras navegar desde Christchurch hasta el borde de la Antártida y atravesar el gélido mar de Amundsen, finalmente llegó al glaciar. Aunque ya había estado en la Antártida, esta vez era diferente. En el Ártico, la luz era distinta; el sol aparecía después de meses de oscuridad total, perdiéndose en el hielo y el tiempo. La inmensidad del lugar la hacía sentirse sola en el mundo, pero también conectada con la esencia misma de la Tierra. Era un testigo de la belleza cruda e indomable de un lugar que pocos habían tenido el privilegio de ver. Allí, la quietud era abrumadora, y el vacío parecía infinito.
Créditos.Fotografía: Patricia Bonet / Estilismo: Silvia Gutiérrez / Beauty: Mabel Boon / Modelo: Anna