N.: Te defines como una “veterinaria de campo que escribe”, ¿Cuál fue el detonante que te llevó a publicar el poemario ‘Cuaderno de campo’?
M.S.: Sí, porque creo que es importante contar cómo se escriben los libros. Desde qué espacios, privilegios, clases, géneros, lugares, profesiones… En Tierra de mujeres conté que siempre escribía cansada, por mi profesión, que es lo que me paga las facturas y me da de comer es mi trabajo como veterinaria. Luego viene lo demás que sucede en el día a día: cuidados, tareas domésticas, todo lo que conlleva una casa y la escritura. Cuaderno de campo, mi primer libro, es un poemario que tardó siete años en terminarse. Los poemas se sucedían conforme el mismo libro me lo pedía. Un día aparecía una imagen y podía tardar meses en plasmarla en un poema. Disfruté mucho de su escritura. Para mí, Cuaderno de campo es una carta de presentación, quizás por eso lo del tiempo que llevó a cabo escribirlo. Es una forma de agradecimiento y a la vez, de despedida a mis orígenes, un homenaje a mis raíces. Siempre tuve claro que no quería sentir vergüenza de ese primer libro. Quería volver y no cambiar nada, sentirme segura de ese primer libro que abrió la vereda.
N.: ¿Fue difícil conseguir una editorial que publicase un libro que refleja por igual la crudeza y la belleza de lo rural?
M.S.: No, porque lo cierto es que fui una afortunada. Conocí a mi editora, Elena Medel, gracias a mi profesora de lengua de Bachillerato, que se presentó en la caseta de La Bella Varsovia diciéndole que tenía una alumna que escribía y que tenía que leerla. Elena supo esperar el libro, acompañarme en el proceso, en las ideas, en las imágenes, en las correcciones. Ella supo apostar por él y mimarlo en unos días en los que el campo y lo rural no estaba de moda en la poesía actual. Es una pasada ver cómo crece un libro gracias al trabajo de una editora, y en ese sentido, le estoy infinitamente agradecida.
N.: Comentas que si no trabajaras entre árboles y animales no escribirías y justo en ‘Tierra de Mujeres’ describes como es tu día a día, compaginando tu trabajo diario de veterinaria con la escritura. ¿Qué te motiva a tirar con todo hacia adelante?
M.S.: Sí, en Tierra de mujeres hablo del campo como “mi narrativa invisible”. Le robé esa frase a una de mis escritoras favoritas, la portuguesa Maria Gabriela Llansol. Ella decía que pasaba muchas horas trabajando en el jardín, no escribiendo, sino cuidándolo. Y que eso era su narrativa invisible. Para mí, las mejores cosas que he escrito, de las que estoy más orgullosa, se me han ocurrido conduciendo de camino al trabajo, o en el campo. Para mí el campo es mi narrativa invisible, porque es de donde surge todo. No sabría decirte que es lo que me motiva, porque es algo que me pide el cuerpo. Quizás con Tierra de mujeres había cierta urgencia, porque quería romper con esa postal plana y simple que me devolvían muchos medios sobre el campo y que no tenía nada que ver con mi día a día. Ese no sentirte reconocida, me empujó mucho a escribir y a intentar servir de altavoz y espacio para nuevas narrativas sobre nuestros medios rurales.