Paseo por Ciutadella

Verano es nadar, leer y caminar lentamente por las calles estrechas, entre edificios de color mandarina y melocotón, sombreados ambos por palmeras y granados. Es la estación en la que el reloj se detiene por completo a la hora de la siesta y en la que las comidas se alargan eternamente entre risas. Ahora el tiempo lo marca el sol y el repicar de las campanas de la catedral.

Verano es sinónimo de despertarse temprano y bajar a desayunar a la Plaça del Mercat. Desaparecer entre los azulejos verdes y blancos y bromear con las mujeres de delantales azules. Cargar el cesto de pescado de lonja, queso, aceite de oliva y vino con sabor a la tierra bañada por el sol e ir en busca de algún recóndito lugar en que dejarse bañar por el sol.

Verano es saber que junio, julio, agosto y septiembre se acabarán volviendo un suspiro cuando pises las calas rocosas, en las que la tramontana azota sin cesar, o cuando te des de bruces con la estampa que dejan las tierras de cultivo escarpadas y salpicadas por las cabañas de los pastores. El estío también trae el interés por conocer el trabajo de los artesanos locales, por calzarte unas alpargatas y, montada a lomos de una bicicleta, recorrer de punta a punta la ciudad.

Verano es pasarte el día persiguiendo el cielo azul a través de antiguos caminos costeros e intentar detener el tiempo en esta preciosa isla, para así disfrutar de este paisaje para siempre.