Más mayor, acompañada de un libro y del gusanillo por la astrología, empecé a descifrar las constelaciones de Aries con su RZ Arietis de brillo cálido y a buscar satélites como el de Hydra con un telescopio amateur. Ahora, perdida la inocencia pero continuando con las fascinación que me siguen produciendo las palabras “planeta”, “cometa” o “galaxia”, añoro aquellos momentos en los que decidía calzarme mis botas, recostarme sobre un ligero abrigo y observar a las Perseidas bañar el cielo.
No puedo imaginar un mejor plan para el verano: mirar hacia arriba y ver el eco brillante de un cometa que pasó mucho antes de que ninguno de nosotros naciera, y que volverá mucho después de que nazcamos.