El invierno se desvanece ante nosotras: las horas de sol se alargan y las temperaturas aumentan. Ya no es necesario acarrear con capas de pesada ropa de abrigo que lastran nuestro cuerpo. De ahora en adelante, con cada momento que pase, sentiremos el impulso natural de ir despojarnos de las envolturas.
Es nuestro cambio de follaje, nuestro proceso de mudar la piel. Un momento de cambio en el que experimentamos un estado de liberación personal. La ropa no pesa, los zapatos no nos atan, buscamos ser bañados por el sol y el agua y ansiamos absorber el mundo a través de todos nuestros sentidos.