El final del verano suele ser refrescante

Cuando dejamos pasar la temporada de chapuzones y alpargatas, rápidamente nos entra ansias de vestir gabardina y Chelsea Boots. Sin embargo, ese cambio de estación conlleva una cierta melancolía cuando empiezan a aparecer las primeras nubes y los días se hacen más cortos. Es en ese momento, previo al que las hojas adquieran un brillo anaranjado y crujan bajo nuestros pies calzados con las nuevas chunky boots, en el que nos armamos de una manta o un mantel y nos lanzamos a la calle en busca del disfrute de esos días de entretiempo.

El anhelado periodo entre los días más calurosos y la llegada del frío despierta nuestro lado más folk y nos lleva a combinar linos, estampados de tartanes y botas de piel altas, ¡todo vale estos días! Sacamos nuestro cárdigan favorito del armario “por si refresca”, preparamos un termo de café y, o nos bajamos al parque o nos subimos a la montaña, para disfrutar de los últimos rayos de sol. La verdad es que nos resistimos a que desaparezca el verano y todo su imaginario vacacional, pero a la vez pensamos que en otoño vestimos más elegantes y eso nos reconforta. 

Estos días de entretiempo los colores se transforman, los tonos azules se convierten en anaranjados a ojos del sol poniente, y nuestra meditada paleta también adquiere otras texturas y tonalidades. Los caoba, teja y burdeos se suman a los otoñales marrones y verdes terrosos. Los cordones reaparecen y los calcetines que asoman por entre los botínes abiertos se convierten en los reyes de la temporada.

Reunidos sobre una manta estampada, dejaremos que el día se convierta en noche, recordaremos lo bueno de las no tan lejanas vacaciones y disfrutaremos de una puesta de sol, mientras empezamos a organizar mentalmente el armario para la temporada entrante.