Verano es saber que junio, julio, agosto y septiembre se acabarán volviendo un suspiro cuando pises las calas rocosas, en las que la tramontana azota sin cesar, o cuando te des de bruces con la estampa que dejan las tierras de cultivo escarpadas y salpicadas por las cabañas de los pastores. El estío también trae el interés por conocer el trabajo de los artesanos locales, por calzarte unas alpargatas y, montada a lomos de una bicicleta, recorrer de punta a punta la ciudad.