El ramo silvestre, un sendero de impresiones

Recoger flores silvestres en el campo cambia el modo en el que experimentamos ese espacio natural. Durante la búsqueda, la naturaleza se repliega en una paleta surtida de colores, formas, texturas... motivos con los que vamos esbozando, en la imaginación, mientras caminamos, nuestro futuro ramo. El paseo se convierte en algo similar a adentrarse en un cuadro impresionista.

La belleza de un lienzo de este tipo nace de la habilidad de su autor para reconocer el color necesario y dónde aplicarlo, de la extraña armonía que relaciona el resultado final con la naturaleza que el pintor escoge como modelo. Algo así se produce, pero en una escala distinta, durante nuestro paseo, mientras elegimos las "pinceladas" con las que daremos forma al futuro ramo. Nuestra atención viene a ser guiada por impresiones, por la búsqueda de aquellas flores que resaltan entre todas las demás e, incluso, por la dificultad en alcanzarlas. Todo influye en la personalidad de cada ramo.

A medida que aumentamos la cantidad de material recolectado, la selección se vuelve más caprichosa y exigente. Con nuestro ramo a medio hacer, comenzamos a pensar en las piezas clave que lo harán único: aquella flor de color amarillo, luminosa, que proporcionará un contrapunto cromático (hipérico, hierba de San Benito, retama…). Ese tallo de textura fina que acentuará la ligereza al ramo (avena silvestre, campanilla, amapola… ) o, tal vez, esos frutos que contrasten con los verdes dominantes ( sauco, rosal silvestre.…)

El tiempo empleado en la recolección, así como la cantidad de plantas que llevemos de regreso a casa, han de ser los adecuados. Entre otras razones, porque las flores pueden deteriorarse si tardamos demasiado en ponerlas en agua, y porque tampoco debemos excedernos en lo que tomamos prestado de la naturaleza.

Todo este proceso vendrá a ser completado con la posterior composición creativa del ramo, momento en el que terminaremos de "hilar" nuestras impresiones. De hecho, el ramo final ha de ser el resultado de un recorrido concreto y de los pensamientos a los que fue dando lugar. En él se verá reflejado un tiempo estacional, un momento del día, un lugar… incluso un estado anímico. Al verlo terminado traerá a nuestra memoria aquella experiencia impresionista original: un recuerdo hermoso por asilvestrado, al igual que las flores de nuestro ramo.