Tus cerámicas tiene una fuerte influencia de la artesanía y filosofía japonesa. Después de pasar una temporada en Japón volviste a A Coruña. ¿Crees que el norte, en especial Galicia, influye en las formas y colores de tus piezas?
Sí, fue en Japón donde comprendí el valor que puede llegar a tener una pieza de cerámica – allí es algo muy serio y respetado – independientemente de si es una pieza de cerámica funcional, para el día a día, o una propuesta artística.
A día de hoy, mi trabajo está fuertemente influenciado por el lugar que habito: el paisaje gallego, el Atlántico, las rocas con sus formas y tonalidades, son muchas veces un referente y un punto de partida.
Tus últimas obras (Lítica, por ejemplo) están muy vinculadas con tus raíces, con el mar, con el movimiento… Cada vez más, ¿sientes esa necesidad de crear piezas que hablen más allá de la función?
Sí. Como comentaba antes, yo me formé en cerámica artística. En la escuela me enseñaron todas las técnicas para crear una pieza de cerámica: churros, planchas, torno, modelado, etc. Las pusieron a mi alcance para que, a partir de una buena base técnica, fuese yo quien decidiese si lo que quería hacer era una taza u otra cosa. Supongo que mi formación anterior como filóloga y mi fascinación por la danza han influido en que cada vez tenga más ganas de hacer y compartir con los demás esa “otra cosa”, esa manera tan personal de entender la cerámica contemporánea.
Conóce más de la obra Verónica Moar aquí.