DIÁLOGO CON VERÓNICA MOAR

Tras años dedicados a la filóloga inglesa y a la interpretación del lenguaje de signos, Verónica Moar se alejó y no miró atrás. Ahora, desde su acogedor estudio de cerámica en el barrio coruñés de Santa Margarita, canaliza su creatividad, su amor por el Atlántico y su sensibilidad, dando vida a piezas cerámicas llenas de expresividad. Acompáñanos a través de esta entrevista y descubre la obra de una ceramista cuya obra va más allá de la función.

Tu vocación como ceramista nace de un cambio de rumbo vital. ¿Cuéntanos más sobre que te hizo decantarte hacia el barro?

La verdad es que fue algo bastante fortuito. Yo tenía un trabajo de oficina estable y totalmente relacionado con mi formación como filóloga inglesa e intérprete de lengua de signos, pero llegó un momento en que sentí que no me imaginaba haciendo eso en el futuro, así que decidí dejarlo en 2008. Como siempre he sido bastante inquieta, y sobre todo muy curiosa, decidí acercarme a la escuela de artes y oficios para pedir simplemente información sobre el taller de cerámica artística que impartían y ese mismo día salí de allí matriculada. Recuerdo que la primera semana de clase ya estaba completamente enganchada.

De todo el proceso de creación de una pieza, ¿con qué parte disfrutas más?

Sin duda, lo que más me emociona es la fase inicial, cuando la idea es casi una semilla que se va gestando en la cabeza. Entonces, comienzo a documentarme, a buscar referencias e información, a decidir qué material usar… es como un enigma que tengo que ir resolviendo a base de muchas pruebas (y errores) hasta lograr dar forma a algo que antes solo estaba en mi imaginación. También, cuando las piezas salen del taller y pasan a otras manos, siento que se cierra el círculo y que todo el proceso y esfuerzo tienen sentido.

¿Influye en tu formación como filóloga en tu proceso creativo?

Cada vez estoy más convencida de que sí influye. En el fondo, a mí lo que me gusta es contar historias y esto tiene mucho que ver con mi pasión por la literatura (siempre eran mis asignaturas preferidas durante la carrera). Pero en el proceso también influye muchísimo la danza contemporánea, que es un arte que me apasiona. Además, creo que el movimiento y el cuerpo están muy relacionados con el hecho de dar forma a la arcilla; por eso en mis últimos trabajos trato de mostrar esta conexión entre la palabra, la danza y la cerámica.

Tus cerámicas tiene una fuerte influencia de la artesanía y filosofía japonesa. Después de pasar una temporada en Japón volviste a A Coruña. ¿Crees que el norte, en especial Galicia, influye en las formas y colores de tus piezas?

Sí, fue en Japón donde comprendí el valor que puede llegar a tener una pieza de cerámica – allí es algo muy serio y respetado – independientemente de si es una pieza de cerámica funcional, para el día a día, o una propuesta artística.

A día de hoy, mi trabajo está fuertemente influenciado por el lugar que habito: el paisaje gallego, el Atlántico, las rocas con sus formas y tonalidades, son muchas veces un referente y un punto de partida.

Tus últimas obras (Lítica, por ejemplo) están muy vinculadas con tus raíces, con el mar, con el movimiento… Cada vez más, ¿sientes esa necesidad de crear piezas que hablen más allá de la función?

Sí. Como comentaba antes, yo me formé en cerámica artística. En la escuela me enseñaron todas las técnicas para crear una pieza de cerámica: churros, planchas, torno, modelado, etc. Las pusieron a mi alcance para que, a partir de una buena base técnica, fuese yo quien decidiese si lo que quería hacer era una taza u otra cosa. Supongo que mi formación anterior como filóloga y mi fascinación por la danza han influido en que cada vez tenga más ganas de hacer y compartir con los demás esa “otra cosa”, esa manera tan personal de entender la cerámica contemporánea.

Conóce más de la obra Verónica Moar aquí.