¿Qué te llevó a iniciar el proyecto de Alblanc?
Después de años trabajando delante del ordenador una infinidad de horas al día, comencé a tener la sensación de que me faltaba el aire. Tenía una necesidad vital de hacer cosas con mis manos, de tocar, de oler. De integrar los sentidos en mi día a día y de sentirme viva. Alblanc surgió de forma natural de esa necesidad de conectar conmigo misma. La naturaleza me ayudó a conseguirlo.
¿Podrías contarnos más sobre como saltaste del diseño gráfico al mundo de las flores?
Un poquito lo que explicaba antes. Yo trabajaba en una agencia especializada en branding. Llevaba 10 años trabajando día tras día delante de un ordenador, siguiendo directrices de directores creativos que no se sentían muy cómodos, con ideas ajenas y un largo etcétera que hacía que me fuera desconectando poco a poco de mi identidad. Al final me sentía ahogada y muy infeliz.
En casa siempre hemos vivido el mundo de las flores y comencé ayudando a mi madre sin ningún tipo de pretensión. Sin darme cuenta, mis pensamientos siempre estaban en Alblanc y no en otros proyectos profesionales. Y de esta forma decidí focalizarme en lo que hoy es mi proyecto profesional y también mi proyecto de vida.